KANT

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"El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca."

21 abr 2009

Ignacio Ruiz Quintano

Pídeselo a Al Gore
Ignacio Ruiz Quintano
(ABC, 21, abril de 2009)

Dostoievsky, el amigo de los humillados, dijo: «Si Dios ha muerto, todo está permitido». Pero vino Lacan, el amigo de los locos, y repuso: «Si Dios ha muerto, todo está prohibido». Ni Lacan ni Dostoievsky contaban con Al Gore, el nuevo Moisés de una religión nueva: el tontismo universal. En Madrid, y contra el hambre, han aparecido unos anuncios que dicen «Pídeselo a Al Gore». Para los menos leídos, diremos que Al Gore es ese gordo que invita a no ducharse para detener al cambio climático. Basta con frotarle un poco la lámpara para que nos conceda todos los deseos. ¿Y qué deseo más nuestro que el apetito? «El hambre es una muerte que se hace la olvidada, se demora», nos decía este domingo Ana Istarú («1960, y felizmente viva») a través del sermón dominical del gran Ricardo Bada, el humanista de Huelva que vive en Alemania. Bien, ¿y dónde está el problema, teniendo a «pídeseloaalgore.org»? Pensemos en el Evangelio: «¿Qué hombre, si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado le dará una serpiente?». Cielos, esa sencillez, esa camaradería casi prosaica, es, según Chesterton, la nota de todas las mentes muy grandes. Pero el Evangelio está obsoleto. Los hijos ya no tienen padres, y si los tuvieran, no les pedirían pan, sino diez euros para un «kebab». Hoy han de pedírselos a Al Gore. El sindicalismo de clase se manifiesta en Madrid contra la crisis (todavía no se sabe su postura ante la gripe), mas en vano, pues, contra la crisis, le piden dinero de bolsillo a Aguirre, que no es Al Gore. Unos aluniceros, en vez de pedirle a Al Gore unas camisetas del Atleti, se las han llevado por la tremenda del estadio Calderón. Y en las Ventas, en la Corrida del 7 -antiguamente llamada Corrida Concurso de Ganaderías-, el público que no era del 7 pedía a la autoridad toros, toros, toros, pero la autoridad era don Trinidad, quien, estando gordo, no es Al Gore, el gordo que nunca le hubiera dado el premio al adolfogato «Comadrón».
AL DÍA

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