KANT

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"El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca."

24 nov 2009

nacionalismos

Quemar los "vaixells"


Raúl del Pozo
23 de Noviembre, 2009. El Mundo

Catalanes y no catalanes se parecen en que para cada uno de ellos su país es su angustia. Los primeros llevan 100 años, o tal vez 300, amenazando con irse y nunca se van. Los otros viven con aflicción ese juego de amantes despechados, condenados a seguir juntos. Pero ¿por qué condenados? ¿Acaso el divorcio entre personas no puede ampliarse a los pueblos? Escribe Ciorán, refiriéndose a la España inacabada. «Es casi imposible hablar con un español de otra cosa que de su país, universo cerrado, provincia absoluta, fuera del mundo». Los catalanes han cogido el punto a los demás españoles, les toman el pelo. España conjugó todos los verbos con Cataluña: allanar, bombardear, conllevar y, por último, tragar. Estamos llegando al límite de la fatiga, al punto de no retorno.
Montilla, al que oí en un mitin de campaña hacer el discurso más catalanista, por no decir independentista, que he escuchado, parece ahora dispuesto a romper amarras. Exige al Tribunal Constitucional que respete la legitimidad del Estatuto, que empuña como un cuchillo contra la Constitución. Saura pide que se disuelva el Constitucional. Joan Ridao, de Esquerra, ha amenazado diciendo que una sentencia adversa al Estatuto será «una fábrica de soberanistas». Ridao está en su papel, pero lo mismo Montilla que Saura demuestran ser políticamente ágrafos, ignoran que a los políticos también les gobierna la Ley. Lo decían los primeros demócratas, la Ley es el rey de todos, de los mortales y de los inmortales.
Estos políticos inciviles están quemando las naves, los vaixells, pero con el culo pegado al sillón. El primero que quemó las naves fue Alejandro, después le imitó Cortés. Alejandro, que sabía de memoria La Ilíada, dijo a sus soldados: «Mirad cómo arden los barcos, ésta es la razón de que debéis vencer, ya que de no hacerlo, no volveréis a vuestros hogares, el mar es el único camino de vuelta y sólo podréis regresar en los barcos de los enemigos».
Montilla y sus consellers intentan regresar con las naves del enemigo, pero sin arriesgar ni siquiera el sueldo. Su actitud me recuerda lo que leí en Historia de Cataluña de Ferran Valls i Taberner: «No perdáis el tiempo luchando contra el Estado, apoderaos de él».
En la historia de Cataluña hubo alzamientos, alborotos y revueltas. Intentaron la instauración de una república bajo la protección del rey de Francia. Quevedo, pluma del conde-duque, devorado por el odio a los catalanes, los retrata como desleales y ladrones, en su caos de privilegios. Aquéllos peleaban, éstos no pierden el tiempo luchando contra el Estado, están introducidos en él, conspiran desde dentro, amparados por la Constitución, que apuñalan con vileza.
Lo que pasa es que, con su juego de extorsiones y timos, están precipitando su historia y tal vez no era la independencia lo que querían.

16 nov 2009

Anson


Rajoy se la jura a Camps y a Aguirre



Luis María Anson
16 de noviembre, 2009. El Imparcial


“No saben quién es Rajoy”, me decía ayer un colaborador estrecho del presidente popular. “Se van a enterar de lo que vale un desplante”, añadió. Las gentes que le conocen bien aseguran que Rajoy no olvidará nunca la bofetada de Francisco Camps y Esperanza Aguirre al ausentarse de su discurso más importante del año.

     Los focos informativos, en efecto, no se han centrado en lo mucho y muy importante que dijo Rajoy en Barcelona sino en las piruetas automovilísticas y familiares de Camps y Aguirre. Su presencia inicial no arregla nada. Lo que ha quedado en evidencia ante la opinión pública es que Rajoy habló en una convención del partido sin que sus dos principales presidentes le escucharan. La lideresa encubrió mejor las cosas alegando problemas familiares. El presidente valenciano hizo alarde de su desprecio mostrándose en público, al volante de un coche en una prescindible ceremonia lúdica.

     Rajoy se la ha jurado a Esperanza Aguirre y a Francisco Camps. Con la lideresa lo tiene más fácil. La puede sustituir sin problemas en las elecciones autonómicas. De la fórmula “Gallardón a la presidencia de la Comunidad; Ana Botella a la alcaldía” se habla ya abiertamente en Génova. Esperanza tiene alguna carta en la manga pero poco podría hacer si Rajoy decide maniobrar.

     El caso de Camps es distinto porque el presidente podría rebotarse y tirar por la calle de en medio. Aún así, la inteligente Rita Barberá sería una solución para Rajoy, sin comprometer la victoria en la Comunidad valenciana. Tras la convección barcelonesa, las espadas siguen en alto pero ha quedado claro, por una vez, que Mariano Rajoy quiere restablecer la autoridad perdida.



Luis María ANSON
de la Real Academia Española



8 nov 2009

Arturo Pérez-Reverte

El cazapiratas sin complejos


Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal, 8 de Noviembre de 2009


Me dicen los amigos hay que ver, Reverte, con esto del paisaje que tenemos y la que está cayendo, salimos a cabreo semanal con blasfemias en arameo, y hace tiempo que no cuentas ninguna de esas peripecias de la historia de España que dejabas caer por esta página, de marinos, conquistadores, aventureros y gente así, políticamente incorrecta, que a veces consuelan y hacen descansar de tanta basura parlamentaria y municipal, y tanta cagada de rata en el arroz. Y como los amigos siempre tienen razón, o casi, y es verdad que hace tiempo no toco esa tecla, hoy vamos a ello. De todas formas, para no perder el pulso de la actualidad actual, quisiera recordar a un personaje que practicó la alianza de civilizaciones a su manera. Ya me dirán ustedes si viene a cuento, o no.

Se llamaba Antonio Barceló, Toni para los amigos. Como de costumbre, si hubiera sido francés, inglés o de cualquier otra parte, habría películas y novelazas con su biografía. Pero tuvo el infortunio de ser mallorquín, o sea, español. Con perdón. Que es una desgracia histórica como otra cualquiera. El caso es que ese fulano es uno de mis marinos tragafuegos favoritos. Tengo su retrato enmarcado en mi casa, junto al de su colega de oficio Jorge Juan, y en el Museo Naval de Madrid hay un cuadro ante el que siempre me quito un sombrero imaginario: D. Antonio Barceló con su jabeque correo rinde a dos galeotas argelinas. Hijo de un marino comerciante y corsario, embarcó siendo niño en los barcos de su padre. La primera fama la consiguió con sólo 19 años, en 1736, cuando ya navegaba como patrón del jabeque correo de Palma a Barcelona, y empezó a darse candela con los piratas norteafricanos que infestaban el Mediterráneo occidental. En aquellos tiempos, como no había telediarios donde hacer demagogia, a los piratas se les aplicaba directamente el artículo 14. Y Toni Barceló, que conocía el percal y no estaba para maneras de oenegé, lo aplicaba como nadie. El ministro Moratinos y la ministra Chacón habrían hecho pocas ruedas de prensa con él. Prueba de ello es que, pese a ser marino mercante y no de la Real Armada –allí sólo podían ser oficiales y jefes los chicos de buena familia–, fue ascendiendo en ésta, con los años, de alférez de fragata a teniente general, a lo largo de una vida marinera bronca, azarosa y acuchilladora. Dicho de otra forma, a puros huevos.

Lástima, insisto, de película que, como tantas otras, en este país de cantamañanas nunca hicimos. Ni haremos. Barceló libró combates y abordajes de punta a punta del Mediterráneo. Combatió a los piratas y corsarios, e hizo él mismo la guerra de corso con resultados espectaculares. Sin complejos. Su ascenso a teniente de navío lo consiguió por la captura al arma blanca de un jabeque argelino, que le costó dos heridas. Sólo entre 1762 y 1769 echó a pique 19 barcos piratas y corsarios norteafricanos, hizo 1.600 prisioneros y liberó a más de un millar de cautivos cristianos. Y menos de diez años después, sus jabeques, navegando pegados a tierra y jugándosela en las playas, impidieron que la expedición española contra Argel terminara en un desastre. Eran tiempos poco favorables a la lírica, y lo de las fuerzas armadas españolas humanitarias marca Acme se la traía a Barceló, como a todos, bastante floja. Argelia era la Somalia de entonces, más o menos, y a los atuneros de entonces los protegió a su manera: en 1783 fue con una escuadra a Argel, disparó 7.000 cañonazos contra la ciudad e incendió 400 casas. Sin despeinarse.

También he dicho que era español, y eso tiene su pago de peaje. La envidia y la mala fe lo acompañaron toda su vida. Sus colegas de la Real Armada no podían verlo ni en pintura, y andaban locos por que se la pegara. No tuvo, como es natural, amigos entre sus pares. Ayudaba a eso su persona y carácter, poco inclinado a tocar cascabeles. Era hombre rudo y de escasa educación –sólo sabía escribir su nombre–, brusco de modales, sordo como una tapia por el ruido de los cañones. Tampoco era guapo, pues la cicatriz de un sablazo le cruzaba el careto de lado a lado. Gajes del oficio. Pero sus tripulaciones lo adoraban, peleaban por él como fieras y lo acompañaban, literalmente, a la misma boca del infierno. Ganó honores y botines, rindió a enemigos, asombró al mismo rey, y mandó barcos y escuadras hasta los 75 años. Se retiró al fin a Mallorca, donde murió entre el respeto de todos. Fue uno de los poquísimos casos en que España no se comportó como ingrata madrastra, y agradeció los servicios prestados. Su fama fue tanta que en sus tiempos corrió en coplas una décima famosa, a él dedicada, que concluía: «Va como debe ir vestido / fía poco en el hablar / mas si llega a pelear / siempre será lo que ha sido».

Imaginen lo que se habría reído viendo lo de Somalia en el telediario, y a los piratas en la Audiencia Nacional.

7 nov 2009

Ignacio Camacho


El alacrán les va a picar
Ignacio Camacho
ABC, 7 de noviembre de 2009
LLEGADOS al punto crítico del problema del «Alakrana» cualquier solución significará el ridículo de un Gobierno que se ha equivocado en todas las decisiones posibles; se trata, pues, de escoger ahora la que mejor garantice la vida de los rehenes y posponer la discusión hasta que estén a salvo. La mejor de las salidas es mala, porque significa pagar el rescate y dejar que los piratas chuleen a un Estado democrático, pero ya nos podríamos dar con un canto en los dientes si aceptan trincar la pasta y darse el piro. Para poner en libertad a los dos detenidos se necesitaría un cínico ejercicio de justicia creativa que burlase nuestras propias leyes; intervenir con un comando de asalto puede desencadenar un desastre irreparable. La prioridad es el salvo retorno de los marineros, pero cuando vuelvan el Gobierno tendrá que asumir la responsabilidad de su cadena de errores y de su incompetencia superlativa. Le espera un ajuste político de cuentas del que no va a salir indemne.
No se puede actuar peor ante una crisis. Primero por la negativa de Defensa a embarcar soldados en los pesqueros del Índico, como Francia, y la tardanza en autorizar la alternativa de mercenarios armados. Después por la arrogante decisión de hacer pública la detención de dos piratas y dar pie a que Garzón tratara de lucirse reclamándolos sin lograr otra cosa que un sainete judicial y el agravamiento de las condiciones de rescate. Luego ha venido el trato displicente a los familiares de los secuestrados, denunciado por ellos mismos, y el empantanamiento de las negociaciones. Y por último, hasta ahora, la sensación de caos y apocamiento en un apuro que ya no tiene salida política honrosa salvo la de apresar a posteriori a los asaltantes.
Capítulo aparte merece ese juez cuya intervención jactanciosa y precipitada ha bloqueado el problema. Un Garzón incapaz de resistir, pese a que estaba de suplente, la tentación de reclamar su cuota de protagonismo. No le han ido a la zaga su compañero Pedraz y el resto de la Audiencia con el vodevil sobre la edad de ese piratita al que le han hecho más radiografías que a Cristiano Ronaldo. Pero si Garzón reclamó a los detenidos fue porque el Gobierno anunció que los había apresado para sacar pecho y mostrar tardía energía sin calcular que, dispuesto como estaba a negociar, disponía de una eficaz moneda de canje.
Todo parte de unos escrúpulos prejuiciosos sobre el ejercicio de la legítima violencia defensiva, que han bloqueado durante meses la protección de los pesqueros y convertido a la Armada en espectadora de un delito flagrante. El resultado de este cúmulo de desatinos es la humillación de un Estado democrático de hinojos ante un grupo de filibusteros desharrapados. A estas alturas será mal menor si los rehenes salen ilesos, pero ese alacrán le va a picar al Gobierno y a su presidente. Vaya si les va a picar.